Impulso

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Baila, anda, juega

No queda otra que bailar la danza que nos toca, pero tú puedes marcar el ritmo.

No queda otra que andar el camino, pero tú puedes marcar la ruta.

No queda otra que jugar el partido, pero tú puedes marcar la estrategia.

No queda otra…

Esperar, condicionar, excusar, no es más que perder tiempo.

Equivocarte es más fácil que acertar, no te quepa duda, nos pasa a todos.

Intentarlo es el principio, pero también puede ser el final, ¿qué más da?, siempre hay alternativas, siempre hay otras danzas, otros caminos, otro partidos. Después de bailar mal, tienes dos opciones, hacerlo peor o hacerlo mejor. Después de andar por un camino equivocado, quedan dos opciones, o perderte más o reconducirte. Después de perder un partido, te quedan dos opciones, no jugar más o jugar otro, que quizás ganes.

Se trata de bailar, se trata de caminar, se trata de jugar partidos.

No queda otra que seguir, no queda otra que avanzar, porque perder y equivocarte también es avanzar, entra dentro del guión.

Coger impulso, provocar movimiento, tener la voluntad de hacer cosas, no lo marca las empresas, ni la Sociedad, ni los políticos, ni siquiera la Naturaleza, lo marcas tú. Siempre tienes opciones, puedes elegir. Es el Libre Albedrío.

Ahí está la clave, ahí reside el misterio, ahí está el nudo, de ahí nacen los miedos. Elegir e impulsarte.

Elige el ritmo que quieras.

Elige el camino que quieras.

Elige la estrategia que quieras.

Pero baila, anda, juega.

Elige, e impúlsate. Adelante.

¿Por qué dices sí?

Sí o No
Sí o No

¿Cuántas veces has hecho cosas que no te gustan? ¿Cuántas veces has dicho sí cuando querías decir no? ¿Cuántas veces te has visto en situaciones comprometidas e incómodas por no quedar mal? ¿Por qué hacemos cosas o decimos cosas para que los demás piensen que queremos hacerlas o decirlas cuando realmente no es así? ¿Por qué pedimos respeto cuando somos los primeros en no respetarnos? ¿Por qué la generosidad se identifica sólo con el sí y no con el no? Un no a tiempo puede ser un gran acto de generosidad, para empezar te ahorras tiempo a ti y a los demás, y es que el tiempo es lo más valioso que tenemos, lo único que nunca se recupera.

Somos mucha gente, y cada uno de nosotros vamos a lo nuestro, somos  así, esto funciona así. La vida es un conjunto de intereses personales y somos nosotros los que tenemos que velar por los nuestros. Si estamos en una situación en donde se produce un conflicto con tus intereses, tomas otro rumbo y listos, ¿por qué insistir en lo que no te lleva a nada más que a la ansiedad, al mal estar, al no dormir ni comer, al no vivir, y a pagar las consecuencias con quien menos culpa tiene?

Solemos decir sí por varias razones:

  • Porque realmente queremos.
  • No queremos hacerlo pero no queremos quedar mal.
  • No queremos ofender.
  • Porque no tienes nada mejor que hacer.
  • Porque no sabes lo que hacer.
  • Porque lo tomas como una huida hacia adelante ante una situación desesperada, y que no suele funcionar, porque al final la factura llega.

Salvo la primera razón, el resto de motivos tiene dos cosas en común, miedo y ausencia de criterio propio.

Ahora vamos a ver las razones por las que solemos decir no:

  • Porque realmente no queremos, no nos gusta o no nos apetece.

Si te has fijado bien, es muy sencillo, sólo hay un motivo para decir no (esto los niños lo tienen muy claro).

Piensa, piensa bien antes de decidir si lo vas a hacer o si lo vas a coger. Despierta, sólo tú debes ser el dueño de tu vida, es entonces, siendo dueño de la misma, cuando empezarás a aportar, y cuando te harás respetar. A lo mejor es que no nos han enseñado a guiar nuestra vida, o es que quizás esta lección esté reservada para al autoaprendizaje de la vida, quizás sea ley de vida. Es más fácil decir no a algo que en su día dijiste que sí, porque lo has experimentado, porque lo has vivido. Sin embargo, nunca podrás saber si era un sí aquello a lo que dijiste no en su día. En definitiva, la vida son decisiones, pero es mejor que esas decisiones las tomes tú, te podrás equivocar o no, pero es así. A mi esto me resulta fascinante, porque es cuando podrás conseguir grandes cosas, y si lo piensas bien no es tan complicado, sólo debes escucharte más…. y mejor, y por supuesto, hacerte caso. Es entonces cuando ganarás respeto.

«Este artículo fue publicado en la revista La Publi el pasado 20 de octubre»

Morir de tiempo

Morir de tiempo
Morir de tiempo

El otro día, con motivo de un proyecto en el que estoy inmerso, me desplacé a una ciudad en donde vive un viejo amigo de mi época de Universidad y al que hacía 18 años que no veía. Aproveché el viaje para vernos y cenar juntos.

El reencuentro fue emotivo, creo que la gente que nos rodeaba podía notar la cara de felicidad de ambos y presumíamos del evento con sus amistades, las cuáles nos íbamos encontrando en nuestro paseo. Nos pusimos al día, recordamos viejos tiempos, anécdotas y muchos ratos que compartimos en aquellos años, en donde aún veíamos la vida como un largo camino por recorrer, con otras preocupaciones, con otras prioridades, éramos unos chavales.

Una vez actualizados nos pusimos a hablar de nuestros presentes y, en consecuencia, de nuestras expectativas de futuro. En un momento de la conversación me di cuenta que a pesar de tantos años sin vernos, a pesar de los caminos tan diferentes que habíamos tomado, a pesar de los avatares de la vida que a cada uno de nosotros nos había tocado vivir, teníamos algo más en común que una amistad y un recuerdo divertido y entrañable como el que nos une. Ese momento fue cuando hablamos de nuestro «equipaje», de nuestro «balance», en definitiva, de lo aprendido hasta ahora, en la mitad de nuestras vidas. En ese momento mi amigo me dijo: «Antonio, soy rico, rico de tiempo». En seguida entendí lo que quiso decir. No es que tenga mucho tiempo libre, tiene su trabajo (en su caso empresa propia), su familia y sus obligaciones, como todos, pero todo ese tiempo que tiene lo siente como suyo, lo dedica para sí mismo, en diferentes entornos. Él decide cómo, dónde y con quién administrarlo.

A mi me pasa igual, aunque tardé en darme cuenta. No sé si tarde o temprano, no lo sé, y además no importa ya. Imagino que nos pasa a todos, que va con la edad. Lo único claro es que venimos a la vida con un reloj de arena bajo el brazo y nos vamos cuando ésta se ha agotado, no hay más. Lo demás es circunstancial. De lo demás, lo que llamamos vida, lo que nos pasa y lo que provocamos que nos pase, tan sólo podemos decidir cómo afrontarlo, porque siempre habrá cosas por hacer y siempre cosas que elegir y descartar, siempre habrá cosas para arrepentirte y cosas para sentirse orgulloso, pero el cómo lo afrontes marcará tu camino. El cómo lo afrontes marcará el cómo percibas el paso del tiempo. Hasta perder el tiempo es muchas veces necesario, porque perder el tiempo no es tirarlo, perder el tiempo es tan sólo dedicarte a no hacer nada, simplemente porque te apetece o necesitas no hacer nada.

Pero tirarlo…. veo a mucha gente que lo tira, que lo malgasta, que se ha dejado devorar por la vorágine, que, aun sabiendo que el tiempo es limitado, no es consciente de que éste se agota. Gente que se agarra a lo material, a lo banal, al estatus, a la reputación, a lo que opinen los demás, a que los demás decidan por él, a elegir lo que no quiere elegir, a descartar lo que no quieren descartar, a estar con quienes no quieren estar, a no estar con quienes realmente quieren estar. Personas grises porque no ven su propio color, porque no afrontan lo que la vida les va deparando, tan sólo afrontan lo que tienen o quieren en ese momento, desde lo efímero, desde lo temporal, desde las cápsulas de felicidad en la que hemos convertido nuestro Mundo, que puedes comprar y desechar a tu antojo, sin más, sin propósito. ¿Se trata de llenar el tiempo o de alimentar el tiempo que nos toca vivir?

De todo te puedes recuperar, absolutamente de todo, menos del paso del tiempo. Aquí no hay prórrogas, puedes perder, empatar o ganar, aunque si tú decides como usar el tiempo del que dispones, siempre ganarás, ya que siempre habrá ocasiones perdidas, faltas no pitadas, fueras de juego, pero habrás hecho tu partido, habrás vivido TU VIDA.

La tristeza como valor

Tristeza
Tristeza

¿Por qué no? forma parte de nuestro catálogo de emociones, aunque, por lo general, es de esas que tratamos de esconder, quizás porque muestra nuestra vulnerabilidad y nuestro lado más sensible. En una época en la que se trata de fomentar el optimismo y el pensamiento positivo por todos lados, reivindico la tristeza como una emoción tan «necesaria» e importante como la alegría. Para empezar tiene un aspecto que yo considero clave, y es que la tristeza te permite elevar a tu consciente todas aquellas vivencias o circunstancias que te han llevado a ese estado. Te permite, por tanto, reflexionar, analizar tus sentimientos y conocerte mejor.

No todas las tristezas tienen por qué significar vulnerabilidad, hay tristezas que demuestran la intensidad que le pones a la vida, hay tristezas que vienen tras una lucha constante por conseguir algo que finalmente no has logrado; hay tristezas que vienen por la pérdida de un ser querido; hay tristezas que vienen por la pérdida de una determinada situación, personal o laboral, cómoda o estable; o por situaciones pasadas que sabes que no volverán, o por el dolor ajeno. La persona que no sienta tristeza tras estas circunstancias, en mi opinión, tiene un problema. La tristeza te hace más fuerte…. si quieres. Por tanto la clave es como gestiones ese estado emocional. ¿Qué valores le veo a la tristeza?

1- Puedes visualizar aquello que has perdido y revivirlo, volver a sentir lo que sentías cuando lo tenías. Es importante tener presente lo que has pasado, las vivencias que has tenido, ya que puedes ser consciente de cuáles son tus cimientos, de aquellos principios y valores que has ido consolidando o descartando hasta formar tu personalidad actual. En definitiva conocer las bases para plantear tu futuro, rectificarlo, mejorarlo, elegirlo. El peligro, en este aspecto, es que te puedes quedar anclado en ese pasado, y esto es precisamente lo que se debe evitar. La clave es que si una vez fuiste feliz, puedes volver a serlo, pero debes conocer con qué «herramientas» contabas para serlo, y cuáles siguen siendo útiles para volver a serlo. En definitiva te das cuenta de lo valioso que es el momento presente, siempre nos pasa que valoramos las cosas cuando ya no las tenemos.

2- El conocer tu lado más emocional y tus posibles vulnerabilidades, aunque sea paradójico, te hace más fuerte. Tan peligroso es no saber cuáles son tus puntos fuertes como no saber cuáles son tus puntos débiles. Los primeros no pueden existir sin los otros y viceversa. El conocimiento de todas tus facetas te prepara para reaccionar adecuadamente ante futuras eventualidades y, no se trata de ocultar tu vulnerabilidad, ya que detrás de ella hay unos valores que forman parte de tu esencia, hay unos miedos, pero hay también una posibilidad de mirarte de frente al espejo y afrontarte, y poner soluciones para evitar que esos puntos débiles oculten tu lado más potente, y das una oportunidad a mejorarte, por lo que das una oportunidad a que tu entorno mejore.

3- Compartir la tristeza con tu entorno permite que te conozcan mejor, permite estrechar lazos o descartar los lazos que no te aportan o que no te permiten aportar. Al mostrarte permites que se entiendan determinados comportamientos tuyos, permites que se comprendan el por qué de tus opiniones. Mostrar tu personalidad no es peligroso, siempre y cuando te hayas aceptado a ti mismo, siempre y cuando lleves sujetas las riendas de tu vida, siempre y cuando todas tus facetas muestren integridad y capacidad de reacción. Parece que en un entorno laboral no es bueno mostrar determinados sentimientos, pero no puede haber una gestión emocional de las personas si no se conocen todas las emociones que las conforman. Integridad y tristeza no son incompatibles, todo lo contrario, eres el fruto de todas tus facetas, lo que importa es que haya autoaceptación y equilibrio.

4- Llorar no es malo, normalmente te sientes mejor después del llanto, es como si eliminaras lastre, es como si te limpiaras por dentro, es una «gimnasia» necesaria, es una puerta de tu esencia que se abre. A veces es necesario «disfrutar» el llanto, pero como todo en la vida, en su justa medida. Estamos en una sociedad en la que rehuimos de escuchar penas, pero éstas forman parte de la realidad. En plena efervescencia del individuo y del empoderamiento del mismo, la tristeza forma parte de nuestro catálogo, es una emoción más, que rompe barreras, que abre y profundiza amistades y relaciones, que une o separa (a veces las separaciones son necesarias y útiles cuando ya no hay nada más) y que permite que se amplíe la valoración hacia ti como persona. En definitiva la tristeza suele mostrar carencias afectivas, alertando a tu entorno. El afecto, el amor, el cariño, en toda su plenitud, es el motor de todo. Escuchemos esas alertas para actuar en consecuencia.

5- La tristeza también puede paralizarte. En mi opinión, y por mi experiencia, es bueno tener esos momentos de «parálisis», pero siempre controlada y con el amor propio suficiente para sacar conclusiones y ponerte de nuevo en marcha con las decisiones tomadas. Tomar distancia, recuperar la objetividad, escarbar tu negatividad para entenderla mejor te permite darle a esos momentos de «autodestrucción» un enfoque constructivo. Es como deconstruirte para volver a construirte mucho más fuerte, ampliar tu visión frente a los avatares de la vida, y empatizar con ella y con todos los que participamos en ella.

Ilusionado o iluso

Quisiera compartir con vosotros este post publicado el pasado 18 de abril en el blog de In&Out, dedicado al Ecosistema Productivo y que trata todos los temas relacionados con la gestión de los Recursos Humanos. Desde aquí mi agradecimiento por su invitación para inaugurar su sección de Colaboraciones. Os dejo con este artículo basado en mi experiencia personal:

Tú o nada
Tú o nada

Llevas años en una profesión o trabajo que no te aporta nada y al que ya no te apetece aportarle nada. Te cuesta dormir y levantarte, y trasladas el trabajo a tu vida personal. Llega un punto en el que apenas hablas con tu pareja, padres y hermanos, y no juegas con tus hijos. No te apetece salir ni ver a nadie, no te apetece hacer actividades que antes te apasionaban. Piensas que el Mundo está contra ti, piensas que todos conspiramos contra ti, desde tu jefe y compañero hasta el ser vivo más remoto del planeta. Ese ser, piensas, tiene como objetivo en su vida conspirar contra ti, amargarte la vida.

Piensas que nadie te soluciona nada, que no se dan cuenta de tu malestar y si se dan cuenta “no quieren ayudarte”. Te sientes sólo, desesperado e inútil y te consideras el peor profesional que haya. Piensas que tantos años de estudio y trabajo no han servido para nada, te sientes estafado. Acudes al Mercado a enviar tu CV a cualquier oferta a sabiendas de la respuesta que te espera en el mejor de los casos, cuando no se produce una ausencia de respuesta. Echas la culpa a todos, y te martirizas cada vez que te miras al espejo, (cada vez menos porque no te apetece mirarte), llamándote inútil.

Sin embargo, tienes la decisión tomada, sabes lo que tienes que hacer desde hace meses, irte lejos, pero no lo haces. Quizás esperas que alguien te solucione el entuerto, quizás esperas a que esas horas que echas de más creyendo que eres más productivo tendrán su recompensa, quizás el involucrarte en más tareas de las que realmente debes hacer tendrán su premio, quizás esperas a que alguien te promocione o te suba el sueldo, quizás esperas a que una empresa te llame y te ofrezca el trabajo de tu vida, quizás esperas a que… bueno, quizás ya no esperas nada, o seguramente ya no sabes lo que esperas, o peor aún, sabes que si algo de esto ocurre vas a seguir igual, o peor. En definitiva, estás muy enfadado, contigo mismo y con todos, y saltas a la primera, te centras en lo negativo del pasado, del presente y del futuro: Te has creado un mundo propio y apartado del resto, te has dejado engañarte a ti mismo, como un iluso.

Si estás en este punto quizás lo primero que debas hacer es preguntarte lo siguiente: ¿Qué ha pasado?, ¿en qué momento me he perdido?

Estás en un momento en el que no se puede tomar una decisión en caliente, no obstante es el adecuado para empezar a hablar contigo mismo, cara a cara, de tú a tú. Estás en un momento en el que debes encontrarte antes de llegar a un punto de no retorno. Estás en un momento en el que o eres valiente contigo mismo o tu vida se desmorona y de verdad, estás en un momento en el que debes dejar de echarte el pulso a ti mismo y encontrar todo aquello que te sirva de impulso. Estás en un momento, en definitiva, en el que la única decisión es o YO o nada, y salir del refugio que te has creado, del engaño que te has creado…

CÉNTRATE. Te contrataron algún día porque eras válido, se casaron contigo porque entre otras muchas cosas le hacías reír, son tus amigos porque aportabas valores, momentos, siempre estabas ahí. Practicabas esa afición porque te hacía sentirte bien, te hacía superarte a ti mismo. Buscabas momentos de calma para escuchar tu música, leer tu libro, ver tus películas, disfrutar del silencio, de la compañía. Saboreabas cualquier detalle de la vida que ahora desprecias, como ver una foto, tomar una cerveza, conversar, asistir a eventos, museos, un tapeo, jugar con tus hijos. En esos momentos, estabas ilusionado.

No pierdas demasiado el tiempo buscando respuestas del por qué estás así, tan sólo comienza a dedicar tiempo a recuperar esas sensaciones, esos momentos, esas vivencias, esas personas, esas ilusiones, todo lo que forma parte de tu esencia, poco a poco. Desecha lo que no te aporta, coge lo que te aporta, coge todo aquello en lo que te gusta aportar, rechaza todo aquello en lo que no te apetece aportar. Decide, elige. Piensa en todo lo que has aprendido y has valorado en tu vida y contrástalo con situación actual. La diferencia es simple, tan sólo dejaste de actuar. La ilusión lleva a la acción. Pero Piensa que la ilusión que has perdido no la recuperas necesariamente cambiando de trabajo o marchándote lejos, porque el problema lo llevas dentro, da igual el escenario laboral si por dentro has perdido confianza e ilusión. Cambiar de trabajo o ciudad no soluciona nada si sigues igual. Si consigues recuperar la ilusión, si consigues encontrarte, podrás entonces valorar si tu trabajo y entorno actual cumple tus expectativas, se alinea con tus valores, te permite conseguir tus objetivos. Si no es entonces cuando debes tomar la decisión, ya en frío, de salir de allí, sin esperar nada más que lo que te ocurra en la vida a partir de ese momento depende únicamente de ti. Entonces verás cómo el Mundo entra en sintonía contigo, porque tu Mundo se mueve contigo, no permitas que sea al revés.